"Generación
 tras generación se ha contado una historia tergiversada basada en los 
conceptos del mitrismo que eligió presentarlo a la posteridad como un 
héroe digno de estar al lado de Rivadavia y de otros próceres unitarios.
La
 Historia oficial nos enseñó que era el Padre de la Patria. Nos contó 
que nació en Yapeyú –aunque no nos dijo que hablase, además de 
castellano, el guaraní, propio de esa zona– que después estuvo dos años 
en Buenos Aires y al cumplir los seis, se fue con su familia a España.
Mitre
 poco nos dijo sobre su estadía allí, salvo que a los once años ingresó 
al ejército español como cadete en Murcia, y menos aun nos relató datos 
fundamentales para conocerlo: dónde y qué estudió, si bailó y tuvo 
novia, si corrió peligros en muchas batallas, si lo deslumbró la 
Revolución Francesa de 1789 o la insurrección popular en la península 
ante la invasión napoleónica, en mayo de 1808.
Nos recordó en 
cambio que sobresalió en las luchas de Arjonilla y Bailén y de repente, 
siendo teniente coronel de caballería de ese ejército en el que ya había
 peleado más de 20 años, nos dijo que decidió, de repente, regresar al 
Río de la Plata para sumarse a una revolución antiespañola que había 
estallado el 25 de mayo de 1810.
¡Qué hombre extraño!, ¿no es cierto?
Habiendo
 aprendido a leer, a sumar y restar, a conocer de la geografía y la 
historia españolas, impregnado de esa cultura, habiendo combatido 
largamente bajo la bandera española, acostumbrado a repetir refranes o 
giros lingüísticos hispanos, ¡venir a dar su vida peleándole al ejército
 del cual había formado parte tantos años!
Pero lo hizo tan bien,
 enseñó Mitre, que merecía colocárselo junto a grandes patriotas como 
Rivadavia y otros próceres unitarios y colmarlo de halagos en las 
fiestas escolares.
Él quería, según Mitre, liberar a los países 
de América del "yugo español" –al cual había defendido 22 años– y que 
cada uno se declarara país independiente, aunque no explica por qué 
razón se fue a pelear a Chile –en vez de defender a Buenos Aires acosada
 por los montoneros artiguistas– y después se hizo protector del Perú, 
como si fuera un apátrida, un aventurero o peor aun, un mercenario, pero
 sí nos señaló que hubiera hecho más proezas si no se hubiese cruzado en
 su camino un tal Bolívar que le quitó la gloria de dar el golpe final 
al ejército español en el Perú, maniobra de la cual fue víctima, dada su
 generosidad, que debe llevarlo a la condición de "Santo de la Espada" 
(según Ricardo Rojas) y no de ambicioso expansionista que quería unir a 
Hispanoamérica como aquel venezolano "pícaro y mujeriego".
Esta 
leyenda sobre San Martín fue repetida generación tras generación, puesto
 que Mitre había sido consagrado Padre de la Historia por la clase 
dominante y después lo sucedieron aquellos a los que todo "le viene" 
bien, con tal de estar en la Academia y tener espacios en los medios de 
comunicación (y a quien le acomode el sayo, que se lo ponga, sea liberal
 o revisionista "a la violeta").
Y lo sostuvo contundentemente: "Parece muy difícil afirmar que San Martín no fue un agente inglés".
Lo cual significa: el Padre de la Patria de los argentinos fue un agente inglés.
¡Qué osadía! ¿No es cierto?
Pero
 no hubo refutación alguna por parte de academias, universidades y otras
 instituciones llamadas "de bien público", a tal punto que el mismo 
Sejean, al año siguiente publicó Prohibido discutir sobre San Martín, 
donde afirmó que había supuesto "que se iba a desatar un intenso y 
apasionante debate… pero no fue así. En forma unánime optaron por el 
silencio".
Para la misma época, alguien sostuvo 
que San Martín no era hijo de Gregoria Matorras sino de la guaraní Rosa 
Guarú y don Diego de Alvear, es decir: no sólo hijo extramatrimonial 
sino, además, hijo de india… Y esto provocó diversas refutaciones porque
 para buena parte de la gente "léida" de la Argentina es denigrante ser 
hijo de india, pero no lo es ser agente inglés.
En verdad, 
quienes así piensan merecen tener un Padre de la Patria de nacionalidad 
inglesa y por supuesto es razonable que voten en las elecciones a los 
candidatos que promociona Clarín o concluyan en que las Malvinas son 
inglesas.
Sin embargo, tanto Mitre como Sejean –así como sus 
seguidores y asimismo, los revisionistas rosistas– habían caído en la 
maniobra mitrista, de tipo colonial.
Formado en España, en lo 
cultural, como hombre y como político, y fuertemente influido por lo que
 él llamaba "El Evangelio de los Derechos del Hombre", es decir, la 
Revolución Francesa, San Martín era americano por nacimiento, pero muy 
hispano (por batallas, amores, estudios, en fin, sentimiento y 
pensamiento), un indohispano diríamos, un liberal revolucionario como 
los de las Juntas Populares de 1808 en España, como eran también los de 
las juntas populares liberales de América surgidas entre 1809 y 1811 
(que ahora se sabe que no eran antiespañolas ni separatistas como 
pretendía Mitre, sino, como sostuvo Alberdi, constituían un amplio 
movimiento democrático de España y de América contra el absolutismo 
monárquico).
San Martín regresó, pues, en 1812, no por soborno 
alguno (fue enemigo a muerte de Rivadavia que era la expresión de los 
ingleses), tampoco por "un llamado de las fuerzas telúricas" como se ha 
sostenido ingenuamente, ni tampoco en el caso de haber sido hijo de Rosa
 Guarú (pues junto con él asumieron las banderas democráticas de Mayo 
muchos españoles de nacimiento, como Larrea, Matheu, Álvarez Jonte, 
Arenales, Blas Parera y tantos otros), así como hubo americanos de 
nacimiento que sirvieron a los ejércitos contrarrevolucionarios del 
absolutismo (como Pío Tristán, Goyeneche, Michelena, Olañeta y tantos 
otros).
Pero Mitre quiso, por sobre todo, mostrar una Revolución 
de Mayo antiespañola, separatista, por el comercio libre (y por tanto 
pro inglesa) y de ahí sus discípulos sacaron que San Martín (siendo como
 Moreno defensor del indio, expropiador, revolucionario) fuera el 
antecedente de Rivadavia, proclamado por Mitre "el más grande hombre 
civil de los argentinos" (por ser elitista, pro británico y 
antilatinoamericano). Y entonces los alumnos se confunden: no entienden a
 San Martín (quien admiraba a Bolívar y tenía en Europa tres retratos 
suyos, uno delante de su propia cama) metido en una revolución para 
remplazar un virrey por una Junta Popular, permaneciendo la región 
adherida a España hasta 1814 en que se hunde la revolución democrática 
española y entonces sí resulta necesaria la independencia de 1816, por 
la que San Martín bregó para no someterse a la monarquía (ahora se sabe 
que hasta 1814 flameó la bandera española en el Fuerte de Buenos Aires).
La Biblioteca de Mayo, del año 1960, explica todas estas cosas, pero muestra la falsedad del mitrismo.
¿Y quién le pone el cascabel al gato, es decir al diario La Nación?
Se ha repetido muchas veces lo que decía Homero Manzi: "Mitre se dejó un diario de guardaespaldas."
Y
 Alberdi, Manuel Ugarte, José León Suárez, Augusto Barcia Trelles, Julio
 V. González y tantos otros que dijeron la verdad en distintas épocas, 
fueron lapidados por el mitrismo, amordazados.
Sumidos en el más profundo de los silencios, convertidos en "Malditos".
Pero
 en esta época en que queremos ser nosotros mismos, no sumisos a la 
reina de Inglaterra ni al FMI de los yanquis, es preciso tener en claro 
quién era San Martín: era, junto a Bolívar, no sólo el Padre de nuestra 
Patria sino un Libertador que quería la América Latina que estamos 
gestando hoy con la Unasur, la CELAC, etc., y por eso, hay que decir 
bien alto que la OEA se ha muerto, enterrada en la misma fosa del 
mitrismo y de todos aquellos historiadores –sean liberales, "modernos" o
 revisionistas– que no se atreven a decir quién es el verdadero San 
Martín: nacional, en tanto le legó su espada a Rosas por defender la 
soberanía y fue enemigo de Rivadavia expresión del imperio inglés; 
latinoamericano, en tanto luchó por la liberación y unificación de 
varios países, admiró a Bolívar y respetó a los pueblos originarios a 
quienes llamaba "nuestros paisanos, los indios"; popular en tanto 
escribió "odio todo lo que es lujo y aristocracia"; intervencionista en 
economía (como lo demostró en Perú) y hasta expropiador (como lo 
demostró en Cuyo).
Con un Padre de la Patria con estas virtudes, 
¿cómo no nos vamos a encaminar ahora hacia una América Latina libre, 
unida e igualitaria?
Columna del historiador Norberto Galasso sobre el "Padre de la Patria" en Los silencios de la historia oficial http://www.cba24n.com.ar/content/norberto-galasso-qui-n-fue-san-mart-n