NOTA DE OPINIÓN DE HUGO YASKY - Secretario General de la CTA Nacional.
El analfabeto político argentino piensa que la plata que el Estado gasta en sostener políticas de asistencia social es un despilfarro que como fin tiene favorecer el parasitismo social para ganarse el voto de los pobres.
El analfabeto político argentino está convencido de que lo que él llama villeros deben su situación a la falta de esfuerzo y a cierta condición de inferioridad debido a la escasa ingesta de proteínas.
El analfabeto político argentino piensa que para terminar con lo que él cataloga como gobiernos populistas el voto debería graduarse según el nivel de instrucción de los electores. También según el poder adquisitivo, pero esto lo admite sólo en círculos muy selectos.
El analfabeto político argentino cree que las desigualdades son naturales y que es pretender ir contra las leyes de la naturaleza tratar de revertirlas. Dice así como hay negros y blancos, existen pobres y ricos.
El analfabeto político argentino entiende que es natural que cuanto más se tiene más se intente evadir el pago de tributos, ya que ese dinero alimenta la voracidad de los corruptos que gobiernan.
El analfabeto político argentino besa la bandera en la final de la Copa Davis porque se siente argentino hasta la muerte pero le parecen excelentes los fallos ejemplificadores a favor de los fondos buitre.
El analfabeto político argentino cree que la prensa es independiente sólo si está en contra del gobierno.
El analfabeto político argentino está convencido de que con mano dura se resolverían los problemas de la inseguridad y la corrupción y pone como ejemplo los gobiernos militares, en los que no les consta que haya habido inseguridad o corrupción.
El analfabeto político argentino piensa que la Justicia así como está es un desastre pero intentar cambiarla es violentar su independencia.
El analfabeto político argentino está convencido de que la televisión no influye en absoluto en la formación de su posición pero cree que Lanata sería un excelente candidato a la presidencia.
El analfabeto político argentino odia el influjo movilizador de los choripanes y está convencido de que cuando sale con cacerolas a él no lo convocó nadie porque llegó caminando o en taxi.
El analfabeto político argentino goza de la cumbia pero en los lugares y en el momento que corresponda.
El analfabeto político argentino, comparado con la media, tiene altos niveles de instrucción, generalmente secundaria completa y estudios terciarios.